Por Laura Inés Caraffini, masscience.com
Durante el tiempo en que un bebé permanece en el útero, para nacer necesita seguir todas las etapas evolutivas de sus precursores y no está preparado para que le ocurra algo demasiado distinto a lo que sus antepasados experimentaron. Oye los latidos del corazón de su madre, la voz de ella y la de otras personas y animales; oye los sonidos del cuerpo materno sin asustarse. Todo lo que ocurra en la gestación es de vital importancia para el nuevo ser, y ejercerá una enorme influencia para el resto de su vida. En el momento de nacer, el bebé experimenta cambios esenciales como pasar de un ambiente húmedo a otro seco, un descenso de la temperatura, oír unos sonidos que no están atenuados, una activación de su capacidad para respirar el oxígeno y un cambio en la postura. Si bien ya es conocido que el estrés, el miedo o la ansiedad de la madre inciden en el desarrollo y nacimiento de un bebé, lo cierto es que poco se sabe en relación a las sensaciones del bebé al nacer. No obstante, sí es posible precisar que los bebés se estresan en el momento del parto y, según la forma de llegar al mundo, ese estrés del bebé puede variar. Al respecto, la profesora Vivette Glover y su equipo, especialista en psicobiología perinatal del Imperial College de Londres, ha realizado estudios para averiguar en qué medida nacen estresados los bebés. Han llegado a ciertas conclusiones tras efectuar mediciones del nivel de cortisona en el cordón umbilical de los pequeños, inmediatamente después del nacimiento. Sus investigaciones demuestran que el mayor grado de estrés en el bebé se produce cuando hay instrumentalización para favorecer el nacimiento, como con el uso de fórceps o ventosas. Por el contrario, los que sufren menos estrés son aquellos cuyas madres dan a luz mediante una cesárea voluntaria, programada. En el punto intermedio se sitúa el parto natural, vía vaginal y sin instrumentalización. Sin embargo, cabe destacar que dada la importancia de la no separación madre-bebé tras el nacimiento y que la cesárea puede ser dañina para mamás y bebés en otros aspectos (por ejemplo en lo que a lactancia materna respecta puesto que se torna más dificultosa) siempre será mejor la opción del parto vaginal cuando sea posible. De hecho, los bebés nacidos naturalmente respiraban mejor.
Ahora bien, una vez ocurrido el nacimiento me centraré en un interrogante: ¿Qué ocurre a continuación?
El Apego, una necesidad vital
Al abandonar la más completa hospitalidad que ofrece el útero materno, el bebé necesita llegar a un solo lugar: los brazos de su madre. Durante millones de años los bebés recién nacidos han mantenido un estrechísimo contacto corporal con sus madres. Esta necesidad que presentan los bebés como un comportamiento espontáneo de estar próximos al cuerpo de la madre, de ser acunados en brazos, protegidos y cuidados, esta dependencia ha sido estudiada científicamente por el psicólogo británico John Bowlby, cuyo trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna lo llevó a formular la Teoría del Apego. Para precisar dicho concepto diré sintéticamente que es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto. Según los descubrimientos de Bowlby, los bebés nacen con un equipamiento conductual programado biológicamente para vincularse con un adulto, pues ello les garantiza la supervivencia. Si el adulto le proporciona al niño cuidados y es sensible en captar sus necesidades satisfaciéndolas adecuadamente, el niño crecerá, con alta probabilidad, sanamente. A partir de aquí, es posible inferir que si el bebé tiene la oportunidad de vivir un fundamento seguro, se desarrollará armónicamente.
Posteriormente, en 1978 Mary Ainsworth y sus colaboradores (Rygaard, 2008) avanzaron notablemente en el conocimiento del apego en sus numerosos estudios con bebés. Mediante la técnica de la “Situación extraña” detectaron tres modelos de reacción característicos (o estrategias de proximidad) cuando la madre abandona la habitación. Durante este test diseñado, simple e ingenioso, la madre y el niño de 1 año son introducidos en una sala de juego, la madre deja la habitación dos veces durante tres minutos a lo largo del test y se observan las reacciones del niño cuando la madre sale de la habitación y cuando regresa. Estos modelos –y he aquí el dato sorprendente- persisten hasta la edad adulta en el 70% de los niños y parece que se traspasan de una generación a otra a través del comportamiento de apego de quienes cuidan del niño. Más adelante, otros autores, Main y Solomon (1990), detectaron un cuarto modelo, el desorganizado.
Tipos de apego
Los cuatro tipos de apego son:
– Apego seguro-autónomo: El niño reacciona cuando la madre sale de la habitación, su conducta exploratoria disminuye y se muestra claramente afectado; el regreso le alegra claramente y se acerca a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego continuar su conducta exploratoria. Hay una alegría íntima y mutua en el contacto entre la madre y el bebé. Esta experiencia relacional es el cimiento de la seguridad y la base de la empatía.
– Apego inseguro-evitativo: El niño aparentemente no reacciona ante la ausencia de la madre y continúa explorando e inspeccionando los juguetes. Cuando la madre regresa, ésta también dirige su interés más hacia los juguetes que hacia el niño. Los estudios demuestran que el niño en verdad está muy estresado por la ausencia de su madre y que este estrés persiste durante más tiempo que el niño seguro. Es como si el niño supiese que si muestra los sentimientos apropiados de la separación surge el rechazo, y por eso controla la expresión de estos sentimientos. Se utiliza una gran cantidad de energía para suprimir las reacciones de un apego natural.
– Apego inseguro-ambivalente: El niño se muestra muy preocupado por el paradero de su madre y apenas explora los juguetes, mostrando angustia y un comportamiento de control aún antes de que la madre salga de la habitación y no retoma la actividad del juego tras el regreso de su madre. El niño vacila entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto. Parece querer reasegurar una proximidad de la que se siente inseguro.
– Apego desorganizado-desorientado: El comportamiento del niño contiene elementos de uno de los modelos anteriores, pero el niño no reacciona ni a la separación ni a la reunión con ningún modelo coherente. Parece “congelado” en una posición rígida, aferrado a su madre pero sin mirarla. Aproximadamente el 15% de los niños de 1 año muestra el modelo desorganizado.
Cabe remarcar que la calidad del apego también influenciará la vida futura del niño en aspectos tan fundamentales como el desarrollo de su empatía, la modulación de sus impulsos, deseos y pulsiones, el desarrollo de sus capacidades de dar y recibir. “El niño pequeño nada sabe de amor parental, sólo conoce el rostro y un regazo hacia los que tiende sus brazos en busca de refugio y atención” (George Eliot).
Referencias bibliográficas
- Barudy, J.y Dantagnan, M. Los desafíos invisibles de ser madre o padre.
Gedisa, 2010.
- Bowlby J (1998). El apego y la pérdida, v. 2. Biblioteca de psicología profunda 49. El Apego y la pérdida. Paidós.
- González, C. Bésame mucho. Madrid: Temas de Hoy, 2012.
- Liedloff, J. El concepto del continuum. Ob Stare, S.L., 2006.
- Rygaard, N. El niño abandonado. Gedisa, 2008.