
Por Melvinson Almánzar
El pasado viernes volví a La Romana, un destino que había visitado en múltiples ocasiones. Pero esta vez fue distinto. No fue solo un reencuentro con sus playas ni una escapada rápida al este dominicano. Fue una experiencia reveladora que me permitió redescubrir los verdaderos encantos de esta joya turística: su gente, su infraestructura y su compromiso con un desarrollo sostenible.
La visita fue parte de un encuentro con la Asociación de Hoteles La Romana–Bayahibe (AHRB) y el Clúster Turístico La Romana–Bayahibe (CTRB), donde se nos presentó a los miembros de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR) la agenda estratégica del destino para 2025. Y debo decirlo con convicción: La Romana se consolida como el segundo destino más completo de República Dominicana, y el primero en sostenibilidad dentro de la categoría sol y playa.
Durante esta visita, tuve el privilegio de descubrir aspectos que hasta ahora me habían pasado desapercibidos. Me impactó la belleza del puerto de cruceros, perfectamente integrado con el entorno, y la funcionalidad del aeropuerto internacional, que conecta directamente con mercados clave como Estados Unidos, Italia, Canadá y América Latina. Además, experimenté la calidad del servicio y la calidez humana en el hotel Catalonia Bayahibe, un verdadero ejemplo de hospitalidad bien entendida.
Pero lo que más me marcó fue la dimensión humana del destino. La Romana no solo apuesta por atraer visitantes, sino por construir un ecosistema turístico donde la comunidad local tenga un rol protagónico, algo que rara vez se ve con tanto enfoque y claridad.
Datos que respaldan la experiencia
Los números no mienten. Con unas 5,800 habitaciones activas, una ocupación promedio superior al 80% en 2024, y más de 1.5 millones de visitantes al año (incluyendo más de 400,000 cruceristas), La Romana se posiciona como uno de los destinos más integrados del país. El turismo aquí no es un fenómeno aislado: genera más de 43,000 empleos directos e indirectos y tiene una influencia palpable en el desarrollo económico y social de la región.
Este crecimiento se apoya en una agenda estructurada, donde destacan cinco prioridades estratégicas: la gestión sostenible del agua, el ordenamiento territorial, la mejora de la infraestructura vial, el posicionamiento internacional del destino y la formación del capital humano. Es decir, La Romana no solo está creciendo, sino que lo está haciendo con una visión clara y coherente.
Me llamó la atención el nivel de organización con que se están abordando los desafíos del sector. El Plan de Ordenamiento Territorial y la modernización de la carretera Bayahibe–Dominicus son medidas concretas para garantizar un crecimiento armónico. Asimismo, la inversión en promoción internacional y la capacitación del personal turístico apuntan a consolidar una oferta competitiva, diferenciada y resiliente.
Atractivos principales
Uno de los íconos del lujo caribeño es Casa de Campo Resort & Villas, un complejo turístico exclusivo que ofrece experiencias únicas como el célebre campo de golf Teeth of the Dog, reconocido entre los mejores del mundo, y Altos de Chavón, una villa mediterránea del siglo XVI recreada con anfiteatro, galerías de arte y vistas espectaculares al río Chavón. Este enclave representa la fusión perfecta entre sofisticación, cultura y naturaleza.
La belleza costera de La Romana se enriquece aún más con sus playas certificadas con Bandera Azul, símbolo internacional de calidad, limpieza y compromiso ambiental. La playa pública de Bayahibe, por ejemplo, destaca por sus aguas turquesas y su gestión sostenible, lo que garantiza una experiencia segura y placentera para todos los visitantes.
A solo minutos de allí se encuentra Bayahibe, un encantador pueblo pesquero que ha sabido crecer turísticamente sin perder su esencia. Es el punto de partida ideal para aventuras marítimas, buceo en coloridos arrecifes y excursiones hacia destinos naturales como la icónica Isla Saona. Esta isla, ubicada dentro del Parque Nacional Cotubanamá, es un verdadero paraíso de playas vírgenes, manglares, piscinas naturales y biodiversidad. Cada año, miles de turistas quedan cautivados por su belleza intacta.
El acceso a este destino es sencillo y eficiente gracias al Aeropuerto Internacional de La Romana (LRM), que conecta con ciudades clave de Estados Unidos, Canadá, Europa y Sudamérica. Asimismo, el Puerto de Cruceros de La Romana es uno de los más importantes del Caribe, recibiendo decenas de embarcaciones por temporada y ofreciendo a los cruceristas la oportunidad de explorar lo mejor de la región en tiempo récord.
Todo este ecosistema turístico se complementa con una variada y sólida oferta hotelera. Más de 5,800 habitaciones en resorts de prestigio como Hilton, Iberostar, Catalonia y Viva Wyndham, muchos de ellos bajo el modelo todo incluido, ofrecen experiencias de alto nivel, con un enfoque creciente en sostenibilidad y servicio personalizado.
Volver a La Romana fue como abrir los ojos ante una realidad que había ignorado por familiaridad. Más allá de sus playas y su infraestructura de clase mundial, lo que realmente hace especial a este destino es su gente, su visión y su compromiso con el futuro.
Hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que La Romana no solo es un paraíso para los turistas, sino un modelo de turismo inteligente para toda la República Dominicana.