
Stacy N. Toribio
15 de septiembre, 2025
La democracia no se reduce a un sistema político ni a un conjunto de instituciones, se vive en lo cotidiano, en la forma en que decidimos convivir, dialogar y reconocer al otro.
No está únicamente en las urnas. También está en la escucha atenta a quienes piensan distinto, en la exigencia de rendición de cuentas, en la posibilidad de disentir sin miedo, en la confianza de que mi voz, por pequeña que parezca, también cuenta.
En República Dominicana y en muchos países de la región, todavía hay mucho por fortalecer, reducir las desigualdades que excluyen, cerrar las brechas de representación, garantizar que la transparencia no sea solo un discurso, sino una práctica viva. La democracia se erosiona cuando la apatía reemplaza a la participación, cuando dejamos que otros decidan por nosotros o cuando creemos que no tenemos nada que aportar.
Defender la democracia no es tarea exclusiva de quienes ocupan cargos públicos. También es responsabilidad de la ciudadanía, de las comunidades, de la sociedad civil. Se construye en las calles, en las aulas, en los espacios de trabajo y hasta en el hogar. Se defiende con cada gesto de respeto, con cada acto de solidaridad, con cada esfuerzo por pensar en el bien común.
La democracia no es un destino alcanzado ni una meta definitiva, es un camino que se construye todos los días. Se alimenta de pequeños gestos y decisiones cotidianas que, sumados, le dan fuerza y legitimidad.